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DOROTEO, CASI CUATRO DÉCADAS EN EL ARTE DE HACER BUEN PAN
domingo agosto 09, 2020

 

Inició en el oficio por accidente, a los 15 años de edad.

Huaxtecaonline.com

Coxcatlán, SLP. Doroteo González Hernández lleva más de tres décadas, casi cuatro, practicando un fino oficio, el de elaborar pan, con ese toque especial por el solo hecho de hacerse en la Huasteca.

Inició en el arte por accidente, en 1983, cuando tenía solo 15 años de edad.

“El señor Adelaido Ríos, de la panadería El Angelito de Huichihuayán fue a la casa a buscar a mi hermano mayor para que fuera a ayudarle pero como no estaba me invitó a mí, recuerdo que un 1 de marzo fue la primera vez que pisé la panadería y trabajé por unos dos años, después me retiré, me fui a la Ciudad de México y en los tiempos libres trabajé en una panadería que estaba cerca de donde vivía en la Delegación Cuauhtémoc”.

Dice que después regresó a su tierra, Tazaquil, pero emigró nuevamente, como la mayoría de los jóvenes de la región, y esta vez a Jalpan, Querétaro.

“Estuve como dos años, y después aquí don Augusto Salinas me invitó para trabajar en su panadería Ema también en Huichi, donde estuve 23 años consecutivos”.

Lamentablemente, dice, se vino una complicada época en la que se vendía muy poco el pan, tanto que en vez de trabajar de lunes a domingo, toda la semana, todos los meses, todos los años por 23 años, llegó al grado de requerirse solo dos o tres días a la semana, y después una vez por semana”.

“Empecé con la idea de hacer pan en mi casa, inicié hace poco más de tres años, cuando no iba a la panadería Ema, aquí lo hacía en casa, para completar la semana. Mi primer compromiso era allá, pero conforme fueron pasando los meses me di cuenta que ya no me convenía estar allá, y el 7 de enero de 2019 empecé a trabajar de lleno a lo que hoy se llama Pan de la Gloria”.

Esto, en honor al sector donde habita, colonia La Gloria, perteneciente a Coxcatlán pero en los límites con Huehuetlán, pegando a Huichihuayán.

HABÍA NOCHES QUE NO DORMÍA, POR ESTAR TRABAJANDO

Doroteo agradece a la gente por darle ahora su preferencia, pero principalmente a Dios, que lo ha sacado de varias situaciones difíciles.

“No es un oficio fácil, hay que madrugar, o no dormir. Recuerdo que por muchas noches no dormía en casa por estar trabajando, a veces tenía que dejar un miembro de la familia enfermo, de repente los niños se ponían malos y tenía que ir así; gracias a Dios ya son mayores de edad, actualmente están trabajando fuera de Tazaquil. Estoy agradecido primero con Dios que me ha dado salud y los medios para hacerlo por mi cuenta, a los amigos que me han dado su respaldo”.

No ha sido fácil, dice, porque fue complicado iniciar por su propia cuenta. Su primera batidora tenía capacidad solo para un kilo y medio de harina, con la que trabajó unos meses.

“Después la autoridad ejidal me prestó una batidora que estaba guardada de un proyecto que no se le dio uso, la usé como medio año, porque ya cuando me vieron trabajando salieron los dueños, me la pidieron y la tuve que entregar”.

Estuvo sin equipo para seguir la labor por varios meses, hasta que pudo reunir dinero para adquirir otra batidora de 20 kilos, y el objetivo es comprar otra de al menos 30 kilos.

“PAN DE EXPORTACIÓN”

El Pan de la Gloria se consume de manera local, pero lo está dando a conocer fuera de la región. En redes sociales empezó a promocionarlo y le hicieron pedidos a la Sultana del Norte.

“Los envíos a Monterrey empecé hace mas o menos un año, cuando empezó aquí un servicio de paquetería a trabajar; yo hacía promoción de mi pan en grupos de facebook y así gente conocida y no conocida empezaron a pedir”.

Todo iba bien, hasta que llegó la pandemia, y se cancelaron esos viajes. También estaba iniciando con envíos a la capital potosina y a Guadalajara, pero espera retomarlos pronto.

Así, ha seguido con la actividad que lo ha ayudado a sacar adelante a su familia, y hoy recorre las calles a bordo de su bicicleta, dejando en los hogares una delicia, uno de los productos más tradicionales de los mexicanos, pero especialmente de los huastecos, porque no hay hogar donde no se acostumbre temprano un café, acompañado de un buen pan.